jueves, 9 de julio de 2009

El Baúl.

A veces siento que mi cerebro (o románticamente llamado corazón), es como un baúl lleno de triques, una a veces lo abre y removiendo cosas, tal vez buscando algo, encuentra lo que no pensaba buscar.


Es entonces cuando comienza un viaje introspectivo hasta lo más hondo de los sentimientos-recuerdos, algunos casi olvidados, otros dormidos.


Te has preguntado que pasa con esas sensaciones que un día tuviste y ya no están más? ¿A dónde es que se van? o ¿se mueren?


Yo no estoy muy segura de que todos los sentimientos se mueran, pero si creo que a veces nosotros les ponemos tierra encima, luego agua y además soplamos, con todo eso, a fuerza debe pasar algo, que se mueren, se ahogan, se apagan.




Pero me viene a la cabeza otro tipo de sentimientos, o tal vez es un enfoque distinto, el del amor intenso y profundo; por ejemplo, cuando ando buscando algo en mi baúl, por necesidad o simple ocio, a veces encuentro una foto de mi abuelita y me vuelven a la cabeza-corazón todas esas sensaciones que en cierta parte “se fueron” con ella y esos kilos de tierra sobre su ataúd. Entonces, es cuando me digo que no están muertos, que los sentimientos van más allá de lo meramente físico y terrestre. Entonces trato de disfrutar un poco de esa melancolía dulce e intensa a la vez que me provoca encontrarme la foto de un muerto; éstas, en mi baúl tienen tonos sepia grisáceos, siento que recordar a mi padre y abue, es como ver la vida en blanco y negro, con colores difuminados tal vez, con ausencias…

También creo que cuando conoces a alguien que te marca a lo largo de la vida, no se puede borrar, sea bueno o malo aquello que te provoco, y a veces cuando encuentras algo suyo en el baúl te trae sensaciones, puede ser que menos intensas, o mejor aún, que ya no te afectan (si fue algo que prefieres olvidar), pero definitivamente el corazón-cerebro no se borra, ¿tu que crees?


Y luego, cuando dejas de querer a alguien…


mmm no se, siempre he pensado que mi corazón es como un condominio en el que pueden vivir perfectamente muchas personas en sana convivencia casi todo el tiempo.
Así pues, cuando “alguien” decide mudarse, o tu decides que quieres que se vaya, su apartamento se queda clausurado, y ya nadie nunca jamás vuelve a ocupar ese sitio especial dentro de tu alma, por que las personas son irremplazables!, por que por más qué uno quiera ser fuerte, hay veces en las que el departamento se convierte en un gran rancho inmenso que nada ni nadie podrá ocupar jamás. Entonces es cuando duele su ausencia, y se cuela el frío por las venas abiertas del hueco desolado, y todo se queda a la intemperie, y llevará tiempo adaptarse a su ausencia, que es como mirar al espacio desde tu nave.

Con el tiempo, la habitación, mansión o lo que sea de las dimensiones que tenga, comienza a contraerse, como una cicatriz en tu rodilla, y la piel comienza a plegarse, lenta y dolorosamente, y a veces le pones un poco de limón con sal en forma de música, y arde!, quema, y al final… sana, se hace costra, se cae y, queda una cicatriz, donde creo que ya no crecerá el pasto, ya puedes caminar mejor, sin renquear, poco a poco vuelves a la “normalidad”, a la “estabilidad”.



Es así como tu corazón-cabeza, queda lleno de huellas del tiempo. Luego viene “alguien” (muchoQs más), y comienzan a habitar los sitios que no están derruidos, llenos de escombros y desolación. Si son perspicaces ganan terreno a las cicatrices, nuevas sensaciones germinan y el baúl se renueva.

Sin embargo, de vez en cuando uno se encuentra algo que quedo enterrado debajo de los escombros, de la cicatriz: un pedazo de carbón, un diamante tal vez, una espinilla purulenta, puede tener mil formas diferentes además de valía dispareja, pero siempre estarán ahí, dibujados con tinta de tiempo.


¿Sabes? Me alegro de que mi cerebro-corazón aun tenga muchas parcelas libres, mucho campo abierto al viento, mares inexplorados y montañas que esperan ser escaladas.

El baúl esta abierto…




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