jueves, 23 de marzo de 2006

LA LÁGRIMA EN EL METRO

Perdonen la molestia señores pasajeros me veo en la necesidad de pedir su ayuda un peso, 50 o 10 centavos, ahí lo que gusten cooperar, con lo que sea su voluntad ayudarme:

  • Tengo a mi hijo, hija, esposa, madre o X pariente en el hospital
  • Se me murió no sé quién y no tengo para el entierro
  • Tengo que comprar mis medicamento, aquí está la receta
  • Me asaltaron y no tengo para regresarme a mi casa


Cuantas veces hemos dado nuestro cambio, lo del pasaje o simplemente nos deshacemos de una moneda que nos es bastante útil para obsequiársela a esa persona que la necesita más que nosotros, ¡pobre, con todo esos problemas!

Y ahí vamos, nuevamente como buenas almas, a creer lo que nos dicen estos personajes que continuamente encontramos en el metro, saltando de una línea a otra cada determinado tiempo.

El cuento parece cierto, te estruja el corazón, y tiempo después lo escuchas nuevamente en otro metro, misma persona misma situación, ¿a caray pues cuantas veces se le ha muerto su mamá?, después uno se siente medio mal, engañado, frustrado por no haber gritado en el vagón que hace meses tu cooperaste para el funeral de otra de sus madres; miras a la gente, un pesito o dos, -que Dios les bendiga- y se va, sigue pillando personas mientras una toda indignada se jura que jamás dará otra moneda en la vida.


Bueno, hay que admitir que deben tener habilidad para timar así a la gente, hacer que la historia conmueva, sacar la lágrima, manejar el tono de voz, se necesita practica.

Aun recuerdo mis dos experiencias más conmovedoras, esas pilladas que me hicieron sentir mal, primero por los afligidos, luego por mi ingenuidad. Una mujer joven aborda el vagón llorando a mares, -señores pasajeros un día mi hija estaba sentada y se me desmayó, se cayó de la silla y quedó inconciente, le detectaron un tumor, está internada en la clínica tal, habitación tal, le van a hacer los siguientes estudios... por favor, se los ruego ayúdenme, si no pago ya no la van atender, se me va a morir, no tengo a nadie más en el mundo…

El vagón entero se apiadó de la pobre mujer, lloraba tanto, un peso es muy poco, si te gastas mas de 5 en un refresco… total que seguramente sacó un buen de cambio. Casi un año después, vuelvo a escuchar la misma historia, ahora en una línea diferente, la misma mujer, el mismo resultado. ¡Caramba ésto parece rentable!

Luego un hombre, su historia era tan mala que nadie le quería dar dinero, grito tan fuerte y se puso tan alterado que hasta pensamos que nos iba a asaltar si no le dábamos una moneda, mucha gente le dio, nada mas de puro miedo, eso si, ni las gracias, ni Dios se lo multiplique ni nada, se fue todo indignado con su bolsita transparente llena de muchísimas monedas.

Tiempo después, mismo hombre, misma historia, ¡misma línea del metro! Eso si que fue el colmo, escuché comentar a varias personas, ¿ahora quién se le enfermo?.


Definitivamente me es preferible dar una moneda y pensar que no es verdad, a creer que salvas a alguien de un gran apuro, y luego sentirte pillado por un charlatán del metro.

¿Acaso ya no se puede confiar en la gente? Es por eso que muchos ya no quieren cooperar cuando alguien pide dinero. ¿

¿Y por qué será que les dan más dinero a los chillones que a los indígenas que te dan a leer un papelito? A esos nadie los pela, y eso que ellos seguro si necesitan el dinero, ¿o no?


Posdata: si usted tiene corazón de pollo como yo, no olvide al salir su bolsita con monedas de a peso para repartir por la cuidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario