Esta foto es de una estatua que me gusta mucho, se llama Cocodrilos, sin embrago y por alguna razón de la que no estoy muy segura, la llamo “Los Oroguayos” o_O.
Hace unos días, yo estaba muy feliz por cierto encuentro que ya no quiero recordar, y pase por ahí, le tome una foto y la medio arregle para que quedara así. Me gusta por que para mi, es como si me contara una historia, cada que paso por ahí, como hoy, me quedo aunque sea un ratito sentada observándola.
La historia de hoy es borrosa, nublada, pero con mucho brillo y cierta nitidez, es como si los Oroguayos se dirigieran todo el tiempo a un mundo perdido, como si sólo estuvieran de paso, y Y0, en mi camino los encontré de nuevo, siempre tienen otra cara, otra sensación que transmitir.
El día que tome esta foto, hace poquito, la hice para alguien que me emociono mucho “encontrar”, digamos que fue algo simbólico, y ahora que la veo, creo que atine a retratar lo que deseaba, me sigue gustando, por que a diferencia de otras cosas, esta imagen permanecerá, al menos en mi blog y mi cabeza (aunque borre el blog), recordándome que las cosas son tan efímeras, que asirse de ellas es una cosa absurda, las cosas cambian, las vidas, las personas, el entorno, todo.
Así que no hay razón para guardar cariños pasados. Es hora de regalar las viejas ilusiones, desechar las vísceras y el corazón, para luego dar paso a la realidad inmediata.
Siempre he tenido la sensación de que los Oroguayos son demasiado serios, que sólo miran para enfrente y no se detienen ni tantito a admirar alguno de los paisajes por los que pasan, eso me parece triste.
Y me da nostalgia que no hayan llegado aún a casa, como eternos errantes del universo, remando sin cesar hacia quien sabe donde.
Muchas veces pensé que me gustaría subir a su barca y acompañarlos en su viaje, para luego darme cuenta, que ya no hay lugar para mí, el cupo, esta lleno.
Hay una canción que a mí me encanta por la idea que transmite:
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