martes, 16 de agosto de 2005

. jUeGo eN SiLEnCiO.


ven hacia mi algo te espera, te enseñare un juego…


Al salir del elevador me asalto la idea. Mientras caminábamos por el pasillo decidí que tenía que hacerlo.


La puerta no abría, por mas que tratabas de dar vuela a la llave, nada, en ese momento viste el número de la habitación 106, nosotros estábamos intentando entrar en la 101.

Hasta el fondo estaba la nuestra.


Cuando estuve dentro ya lo tenia todo planeado.


un juego entre tu y yo…


Al entrar me di cuenta que esta habitación era mas espaciosa que las demás, no tenia nada diferente, solo era mas espaciosa. Corrí hacia la cama y me puse a brincar, mi cabeza quedaba como a 5 centímetros antes de estrellarse contra el techo, ¡valla cama! Si que rebotaba.


De un brinco me deje caer, no había pierde, te gustan las camas grandes. En ese preciso instante te lanzaste sobre mi, no esperaste mas. Comenzaste a subirme el vestido y a besarme las piernas, te gustaba mi liguero lo se, eso te puso caliente, hábilmente me sacaste el vestidito de terciopelo y el brasier voló hasta la puerta.

Te deje hacer, me puse cómoda, me sorprende tu rapidez, -no tenemos tanto tiempo así que apúrate-, me dijiste.


Mientras me besabas furiosamente, te fuiste quitando la playera, los zapatos ya habían salido hacia rato, tus pantalones colgaban de mis ideas. Me tocabas con destreza, mi cabeza divagaba,

me excita saber
que estas tu aquí…


tus besos corrían por mis labios, jamás dijiste cosas lindas, estaba tan húmeda que no tardaste en sumergirte en el mar de tus deseos, me dolió, o mas bien, sentí una total irrupción en mi alma, te metiste muy al fondo y no pude hacer nada, así era, me dolía pero lo disfrutaba, te movías muy rápido y yo deje que mi pierna izquierda colgara de la cama.

Mientras sudabas imaginaba el siguiente paso. Mi cuerpo se puso en tensión, fue como morir y volver a la vida, tu aun tenias pila para mas, me sacaste de mis planes con tremenda mordida, aun sangra un poco mi rosado pezón.


Me pediste que me pusiera en cuatro, -se me ocurrió una mejor idea-, no dije mas. Te pusiste cómodo. Te ate de pies y manos, parecías crucificado, la mordaza te quedo un poco floja, no lo suficiente como para caerse, te vende los ojos con la corbata que acababas de comprar.

te enseñare un juego…

Estabas completamente a mi disposición, creo que hasta se te olvido que tenias que irte temprano. Te bese lentamente, desde el cuello fui bajando a tu ombligo y ahí me sumergí, probé nuestro sabor, me deleite con la idea, jale mi bolsa y saque el instrumento.

Me lo metí a la boca, no sabes lo delicioso que me resulta chupártelo cuando sabe a mi, tu respiración se agitaba cada vez mas, no podías moverte y eso te estaba haciendo explotar. Te lo mordí un poco, se que eso te prende, siempre me pides un poco mas fuerte. Me monte en ti y comencé a cabalgar pos los rincones de mi idea, recorrí lo vivido entre ambos y mientras gritaba contigo dentro, apreté con mi mano derecha la daga. Me hinqué a tu lado y empecé a recorrerte, la sentiste fría, la sospechaste de acero, te inquietaste cuando llego a tu pene y la puntita se clavo levemente en la cabeza, un pinchazo, la sangre broto, una gotita apenas, te inquietaste mucho y tratabas de safarte, lo cual era imposible, estabas perdiendo firmeza, así que me abalance y cual caramelo en mi garganta te hice explotar. Inmediatamente subí a besarte, probaste tu sabor de mis labios, sentí como volvías a ponerte listo.

Volvía la daga a recorrerte, esta vez la cara, el cuello y las orejas, -no te muevas que te cortas- te dije.

En ese momento recordaste el pinchazo y lo demás, comenzaste a moverte, el juego ya no te gustaba tanto. Rasgue tu cara corbata y deje que observaras mi daga, la misma que me regalaste para abrir cartas que jamás me escribiste, esa daga cara con la que pagaste el tiempo que me dejaste esperando, la daga con la que acababas de rasgar tu mejilla izquierda –¡te dije que no te movieras!-, pude ver el miedo en tus ojos al sentir como la puntita entraba en tu carne y dibujaba delgadas líneas por todo tu pecho, líneas que inmediatamente se teñían de rojo, ya no sentías placer. No se cuantas líneas dibuje por tu cuerpo, por tus muslos y tu vientre, entre mas te movías mas sangre manaba de tu ser. Jamás pude grabarme en tu corazón, así que al menos dejaría huella en tu piel.

Te dolía seguramente, ¡pobre de ti corazón mío!.

tu piel dulce encanto…

Saque de tu mochila los limones y el salero que nos robamos de los taquitos, abriste los ojos como platos, no habías entendido para que los quería.

Heridas con limón

Arden y te gustan,

Duelen y quiero más

¡Ponles tantita sal

que si no,

les falta algo!

Rocié tus heridas con suaves gotitas de limón, cuando estos ya no tuvieron jugo les puse sal. Que delicia, tratar de borrarte las heridas con el limón como con una goma, los granos de sal se te quedaban entre las grietas de la piel, tus mejillas estaban mojadas, tus ojos inundados en llanto, tu frente perlada en sudor, suplicante mirada.

Estabas a punto de desmayarte, te di tal puñetazo en la nariz que no podías abrir los ojos,
-¡o los abres o le sigo cabron!-

Al menos lo intentaste, así que decidí terminar el juego, mi daga que con tu dinero compraste me regalo tu sufrimiento, con toda la fuerza que pude te recorrí el cuello de oreja a oreja, un gran hilito de sangre se volvió cascada de fuego, disfrute el espectáculo y vi como te retorcías, lentamente dejaste de moverte.

Tengo frío, un poco de sueño, ahora ambos tenemos huellas del otro. Dormitare a tu lado.

Eres sangre tibia.

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